Y entonces era cuando decías que todo
iría bien, que los momentos que ansiábamos recuperar volverían. Y
que bien se te daba mentir.
Y solías susurrarme palabras de
esperanza al oído, convirtiéndome en tu muñeca, a la cual podías
quitarle la ropa con tan solo un chasquear de dedos, o hacer que se pusiese a
cantar para ti en cualquier circunstancia.
Y yo tenía miedo. Miedo, pánico, como
quieras llamarlo. Estaba aterrorizada de que Algo viniese y se te
llevase; de que el viento soplase tan fuerte que todas tus capas
saldrían volando, y ya no serías sólo pura fachada; de darme
cuenta de lo mucho que te necesitaba.
Y que bien se te daba mentir.
Y lo bien que encajaban nuestros
labios, ¿qué? Pero todo se moldea con el tiempo y ya no hay vuelta
atrás. Demasiado críos para haber visto con lo que estábamos
jugando. Y el juego terminó, y los dos sabemos que dos piezas de
puzzle iguales no pueden encajar. Pero que bien quedan una encima de
la otra.
Y lo sabes, y lo suspiras, y te veo suspirar.
Y son todo sandeces, todo un sin
sentido. Y sin embargo, es lo más de verdad que he dicho nunca.
Porque nuestras manos encajan demasiado bien como para que todo haya
sido una coincidencia. Y que bien me caen las casualidades.
Y bendito el día en que vea a tus ojos
llorar de alegría, o brillar de emoción. Bendito el día en que me
abraces tan fuerte que se me pase el frío. Bendita la lluvia que nos
deje besarnos bajo ella; y que bonito quedaría en una foto, una de
esas que se cuelgan para no dejar de mirarla una y otra vez.
Y cada cual por su camino, supongo, y
que no eres nadie, que no estoy enamorada. No no no. Cada bonito
pedazo de lo que eres es, nada más y nada menos, que partes de un
Algo, y más sandeces, y más bonito.
Y, ¿que nombre ponerte? Tanto destino
como casualidad se quedan cortos, y me pierdo cuando te busco, y ya
no sé ni lo que busco.
Y sigue siendo todo tan bonito, que no
voy a parar de imaginarte; imaginarte sobre mi u observándome desde
el sofá, preparándome la cena o suplicándome que pare de llorar,
marchándote enfadado o volviendo arrepentido. Te imaginaré todo lo
humano posible, a ver si un día de estos en los que cierro los ojos
muy fuerte, apareces un poquito más real.
Y que te quiero como a nadie, porque
eso eres, ¿no? Nadie. Pero tan bonito. Y demasiadas sandeces por
hoy, demasado bonito pensarte tanto.