lunes, 22 de diciembre de 2014

Madrid.

Madrid de trenes perdidos, de sueños rotos, de abrazos que nunca se dan.
Madrid de pájaros locos, de talentos por las calles perdidas, de bandas sonoras sin pedirlas.
Madrid de café frío, café caliente, café solo, sólo café.
Madrid de despedidas y de bienvenidas, de idas y venidas, de conocidos que apenas conoces.
Madrid de prisas, de sonrisas sin sentido mientras caminas, de por favor quédate.
Madrid de presagios y romeros, de maldiciones y malditos, y de malditos besos.
Madrid de amaneceres de humo, de un atardecer de estar en cualquier parte pero que no-es-tás.

sábado, 25 de octubre de 2014

Quisiera pedir una tregua, pero mis ganas de besarte son demasiado fuertes. 
Tirarte de o a la cama. 
Y es que contigo dentro es todo tan bonito, que fuera es libertad pero frío. 
Ansiada libertad y puto cuello con mi marca que cómo abandonarla. 
Muchas ganas de decirte que no más pero sonríes y me matas por dentro. 
Café como sustituto tuyo en las mañanas, pero qué bonito sería amanecer contigo. 
Y mi cabeza sigue diciendo que ya basta, así que por favor, no me mires. 
Y la misma cama pero sin ti es tan grande que duele. 
Más espacio, más frío, más ganas, más café. 
Y ojalá dejases de ir y venir; todo sería más fácil. 
Estás sobre mi cuerpo o en mis dudas, y no quiero seguir así, ya no. 
Dejarte ir es demasiado difícil cuando nuestros cuerpos encajan tan bien. 
Y voy a acabar rota, pero no sé, en compañía, supongo.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Y más sandeces, y más bonito.

Y entonces era cuando decías que todo iría bien, que los momentos que ansiábamos recuperar volverían. Y que bien se te daba mentir.

Y solías susurrarme palabras de esperanza al oído, convirtiéndome en tu muñeca, a la cual podías quitarle la ropa con tan solo un chasquear de dedos, o hacer que se pusiese a cantar para ti en cualquier circunstancia.

Y yo tenía miedo. Miedo, pánico, como quieras llamarlo. Estaba aterrorizada de que Algo viniese y se te llevase; de que el viento soplase tan fuerte que todas tus capas saldrían volando, y ya no serías sólo pura fachada; de darme cuenta de lo mucho que te necesitaba.

Y que bien se te daba mentir.

Y lo bien que encajaban nuestros labios, ¿qué? Pero todo se moldea con el tiempo y ya no hay vuelta atrás. Demasiado críos para haber visto con lo que estábamos jugando. Y el juego terminó, y los dos sabemos que dos piezas de puzzle iguales no pueden encajar. Pero que bien quedan una encima de la otra.

Y lo sabes, y lo suspiras, y te veo suspirar.

Y son todo sandeces, todo un sin sentido. Y sin embargo, es lo más de verdad que he dicho nunca. Porque nuestras manos encajan demasiado bien como para que todo haya sido una coincidencia. Y que bien me caen las casualidades.

Y bendito el día en que vea a tus ojos llorar de alegría, o brillar de emoción. Bendito el día en que me abraces tan fuerte que se me pase el frío. Bendita la lluvia que nos deje besarnos bajo ella; y que bonito quedaría en una foto, una de esas que se cuelgan para no dejar de mirarla una y otra vez.

Y cada cual por su camino, supongo, y que no eres nadie, que no estoy enamorada. No no no. Cada bonito pedazo de lo que eres es, nada más y nada menos, que partes de un Algo, y más sandeces, y más bonito.

Y, ¿que nombre ponerte? Tanto destino como casualidad se quedan cortos, y me pierdo cuando te busco, y ya no sé ni lo que busco.

Y sigue siendo todo tan bonito, que no voy a parar de imaginarte; imaginarte sobre mi u observándome desde el sofá, preparándome la cena o suplicándome que pare de llorar, marchándote enfadado o volviendo arrepentido. Te imaginaré todo lo humano posible, a ver si un día de estos en los que cierro los ojos muy fuerte, apareces un poquito más real.


Y que te quiero como a nadie, porque eso eres, ¿no? Nadie. Pero tan bonito. Y demasiadas sandeces por hoy, demasado bonito pensarte tanto.

jueves, 22 de mayo de 2014

ella desaparecía

La contemplaba con un voyeurismo exhaustivo. La contemplaba con los ojos más perspicaces que he visto en mi vida. La contemplaba como si ella fuese lo último que él observaría en su existencia; como si quisiera memorizar cada recoveco de sus piernas ligeramente pálidas y, a la vez, con un pequeño tono múrice. La contemplaba con rabia, con pasión, con frenesí, con debilidad, con un desenfreno absoluto. La contemplaba de arriba a abajo, y ella, indiferente, no -quería- darse cuenta.

La contemplaba, él la contemplaba.

Leía las comisuras de sus labios cual hermenéutico haría con las de Cleopatra.

Escribía sobre su forma de caminar por los suburbios -como si toda la maldad del terreno se armonizase hasta parecer inofensiva-, con la mente en blanco pero la mano llena de ideas que querían escapar.

Llegó a memorizar el gesto que hacía cuando algo le disgustaba, su forma de arrugar la nariz; o cuando probaba algo dulce, sus labios se separaban sigilosamente para dejar escapar un suspiro; o cuando algo le parecía interesante, esa luz cegadora que cobraban sus ojos esmeralda; o aburrido, el blanco de su mirada; o angustiante, sólo con ver su piel de gallina. Consiguió retener su lenguaje de signos de tal manera que, si se lo planteaba -y claramente lo hacía-, podría imaginarla en cualquier situación existente y por existir.

Conocía su armario como la palma de su desganada mano, cada falda, cada blusa; si cambiaba ligeramente su color de labios, o de sombra de ojos, o el perfume, él lo notaba.

La comprendía en silencio; y la consolaba con la miraba que le mandaba desde la oscuridad que desprendían todos los corazones rotos.

La veía en todos lados, siempre que tuviera los ojos cerrados; cuando los abría, ella desaparecía.

jueves, 2 de enero de 2014

Odio tus ojos.

Te odio. Odio la manera que tienes de mirarme lastimeramente cuando no te hago caso. Odio tus brazos, que tan bien me saben consolar cuando lo necesito, que tantos abrazos acogieron. Odio tu actitud prepotente cuando te puede ver alguien. Odio que me des a ver, con tu apiadadora sonrisa, que sólo soy alguien más, mientras que tus palabras certeras dicen todo lo contrario. Odio tus ojos. Odio que me mientas. Y odio creérmelo. Odio que me seas imprescindible.Y odio la rapidez que tienes prescindiendo de mi. Odio tu sonrisa. Odio pensarte. Y odio pensar que me piensas. Odio tus ojos. Odio que me digas cosas imperfectamente perfectas, que me metas en una burbuja construida con mentiras y que me hagas flotar en sueños de cosas que nunca tendré, y que con una sola verdad que se te escapa, consigas que me precipite en un vacío de llanto y desesperación. Y Dios, cuanto odio tus ojos. Odio profundamente todas y cada una de las noches que paso en vela pensando(te).

Pero lo que más odio es, que te quiero tanto que no me puedo permitir odiarte, ni un  poquito, ni lo más mínimo. Te quiero tanto qué, sin llegar a amarte, te tengo en un puto pedestal, un pedestal del que, poco a poco, me obligas a alejarme. Te quiero por mucho daño que me hagas, y dudo dejar de hacerlo alguna vez. Te quiero, a pesar de tus ojos. Te quiero, aún por todo por lo que me has hecho pasar. "De quererte a reventar, a reventar por quererte, a quererte reventar." Y es que, aún que te odie más que a nada, y te quiera por eso mismo, mi orgullo tuvo envidia del tuyo, y se subió a aquel precioso pedestal que te construí. Y ahí se ha quedado, más alto que nadie, y yo sin intención de mirar atrás.

viernes, 23 de agosto de 2013

Marcas de celo y agujeros de chinchetas.

Otra vez más, es la tercera vez que se despierta esta noche. Esta vez tiene más calor que nunca. Se incorpora, con la intención de ir al baño a lavarse la cara.

Pero le pesa tanto el cuerpo que se queda así, mirando la pared en la cual solían haber muchas fotos de los dos, pero ahora sólo hay marcas de celo y agujeros de chinchetas.

Hace un movimiento como de querer quitarse un mosquito de la cara, pero en vez de al insecto, se encuentra en la cara una lágrima. Se deshace de ella como si de veneno se tratase, y luego se arrepiente porque ahí donde se ha dado,  ahora está no solo más mojado, sino que seguramente le saldrá un cardenal. Y eso le puede. Se acurruca en la cama y empieza a sollozar,  y a su cabeza llegan recuerdos. Estaba en la misma posición, llorando también. Pero había algo distinto: él.  Ahí estaba, abrazándola, protegiéndola con su esbelta figura, susurrándola cual pájaro cantor que todo saldría bien.

Gira la cabeza, deseando que no fuera un fruto de su despiadada imaginación, pero eso sólo consigue que se decepcione más.  Ella bien sabe que ahora nada es lo mismo; donde antes había un vivo corazón ahora sólo hay cristales rotos; donde antes había una respingona sonrisa ahora sólo hay llanto amargo; donde antes habían fotos de los dos, y recuerdos, preciosos recuerdos, ahora sólo hay marcas de celo y agujeros de chinchetas.

Ilusa ella si piensa que habrá marcha atrás.

Iluso él si piensa que será fácil de olvidar.

Ilusa la cama que piensa que les volverá a cobijar de sus problemas.

Ilusa la luna si la quiere oír reír de nuevo. Ella ya no reirá jamás.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Atte: Otra persona más cuyo corazón has hecho trizas.

Ajám. Creo que esta sensación ya me la conozco.

Ya sabes, cuando el corazón te late algo más intensamente cuando piensas en él; cuando de vez en cuando haces alguna estupidez de la que en parte no te arrepientes; cuando al cojer un boli lo primero que escribes es su nombre, y eso mismo es lo que piensas antes de dormir y nada más despertarte.

Si, ese sentimiento que hace que todas las personas estemos un pelín más locas, y, en el fondo, algo más felices. Sin duda, lo conozco. Y sé también que cada segundo que pasa es para que quede menos para volver a vernos.

En efecto, Cupido, estoy enamorada. Me has vuelto a dar, cabrón. Y encima, sigues siendo igual o más cruel cruel, como no.

¿No podrías, alguna vez, ponerte algo de maquillaje y salir al escenario para hacer de mi vida una película de cuento de hadas? Que sí, que lo sé, que somos todos muy pesados con esto. Pero no seas tan hijoputa la próxima vez. Y aseguraté que a quien disparas no se encontrará a miles de kilometros, ¿vale?
Sólo te pediré una cosa más. Esto no tiene futuro y yo lo sé tan bien como todos, pero puedes hacer que esto no sea tan doloroso. No puedo dejar de pensar en todas sus palabras, miradas, sonrisas que me ha dedicado y que he desperdiciado. Y si no vas a parar de hacer putadas a la gente, ya de paso, añade un poco de valor a tus putas flechas envenenadas. 

Dicho esto, me despido.
Atte: Otra persona más cuyo corazón has hecho trizas.

martes, 16 de julio de 2013